lunes, 24 de febrero de 2014

Es así como la literatura toma (nuestra) vida. Conversaciòn con Leoncio Luque

¿Qué factores permitieron que surgieran posteriormente el poeta y promotor cultural Leoncio Luque Ccota? Descubrámoslos a continuación en la siguiente conversación.



1. 
Leoncio Luque Ccota (Huancané, Puno, 1964) acaba de ganar el año pasado el Copé de Oro de la XVI Bienal de Poesía. Se trata del galardón literario más prestigioso de nuestro país. Poeta fundador de la agrupación 'Noble Katerba', la cual mantuvo una mayor actividad durante la década del noventa, es también un esforzado promotor cultural, sobre todo en el ámbito de la educación infantil.
La gran mayoría de medios de comunicación de la capital miraron de soslayo los resultados de esta última edición del Copé, tal vez por el hecho de que correspondía a poesía, un género que “nunca vende”. Sin embargo, en Puno, por el contrario, esta noticia llevó a que distintos sectores se interesaran por el trabajo creador del paisano emigrado a la capital cuando era muy pequeño, hace aproximadamente más de medio siglo.
Como muestra de ese súbito —pero merecido— reconocimiento, la Universidad Nacional del Altiplano ya viene preparando la edición de una antología personal de la poesía de Luque. Algo necesario sobre todo porque el acceso a sus libros —siempre publicados con un tiraje corto— resulta difícil pues solo unas pocas bibliotecas cuentan con algunos ejemplares de sus títulos hasta ahora publicados: Por la identidad de las imágenes (1996), En Las grietas de tu espalda (2001), Crónicas de Narciso(2005) y Exilio interior y otros poemas devastados (2011). Además de que, como bien lo remarca él mismo, en los últimos diez años se ha entregado con más ahínco a la difusión cultural.
2.
Don Leoncio reconoce que el premio le ha permitido obtener una notoriedad que, anteriormente, le era esquiva, pero más allá de ello considera que no ha habido grandes cambios en su quehacer cotidiano. La coordinación que ejerce en la Biblioteca Municipal del distrito de San Luis como la organización de la Feria del Libro Escolar en el colegio “República del Perú” de Villa El Salvador son actividades que le demandan una dedicación muy alta, pero que también son inacabables fuentes de satisfacción.
Gracias a su formación como docente y a su sensibilidad como creador, don Leoncio ha logrado que muchos chicos se encuentren con el lado vital de la literatura. Pues ya sea en la biblioteca o en la feria escolar, los menores de edad tienen la posibilidad de ir más allá de los libros, entrando en contacto con los propios escritores, descubriendo que la literatura los puede transportar a otros mundos —vía el conocimiento y la imaginación—, tentando inclusive algunos de ellos la opción de expresarse por medio de la escritura.
“Los chicos no se emocionan cuando ven que hay un poeta muerto”, dice convencido y respaldado por su experiencia como docente. “Por eso, una de las metas de la feria es esa: acercar a los chicos escritores que estén vivos, que hablen de sus libros, y que aquello los motive. No a que todos sean escritores, pero que al menos los motive a leer.” Para luego sentenciar: “Las ferias son muy importantísimas porque son espacios culturales donde uno como profesor puede llevar a los alumnos para que se regocijen con la literatura”.
3.
Desde la perspectiva de don Leoncio, todo lo que está desarrollando viene del hecho de que él, cuando estuvo en segundo o tercero de secundaria, en el colegio Melitón Carvajal de Lince, tuvo la suerte de contar con buenos profesores que lo motivaron a seguir por el camino del arte, ya sea por la pintura o ya sea por la literatura.
“Yo tenía un profesor Manduján, que es el que me motivó a que yo quisiera postular a la Escuela de Bellas Artes. Yo quería ser pintor.”
Por supuesto, cómo no sentirse incentivado, si el profesor que le enseñaba a uno era capaz de realizar en plena clase, con apenas unas cartulinas y un poco de pintura, formas posibles solo si se poseía una gran destreza con el pincel. “Yo me quedaba maravillado”, expresa sin ocultar la emoción que todavía le nace al recordar dicha escena.
Pero no era el único modo. Ese mismo profesor colocaba notas altas para que los alumnos se sintieran estimulados. Solo que no se conformaba con eso: “Los mejores cuadros los llevaba a la galería para exhibirlos”.
Al respecto, nuestro autor dice: “Las pinturas que yo hice las llegaron a exhibir en la galería de la Municipalidad de Lince y después en la que quedaba en el Ministerio de Educación”. Con ese tipo de gestos, indudablemente cualquier alumno aceptaría sin dudarlo el llamado del arte.
En el caso de don Leoncio, sin embargo, existía una férrea oposición de parte de su familia: “Yo, la verdad, quería ser pintor. Entonces rompía telas [para usarlas como lienzos] y en la casa no me entendían. Y un día mi padre me dijo: ‘¿Qué vas a hacer siendo pintor? Nada. Te vas a morir de hambre’”.
Pero el afán por no renunciar al arte continuó latente en él. La literatura llegaría luego, luego que la pintura, es cierto, pero ella lo haría para quedarse.
“Después me acuerdo que conocí a un profesor Flores. Poeta él. (…) Un día nos dice: ‘A ver, creen un poema. Lean un poema, primero, y después recreen’”.
La reacción del profesor ante lo escrito por don Leoncio —felicitándolo con palabras y también con un abrazo— será suficiente para que él decida dedicarse a la escritura.
4.
Los libros, que podían escasear en casa, no dejaban de ser aun así elementos valiosos para su formación intelectual y espiritual. “Libro que llegaba a la casa era un libro que yo leía (…) Sentía algo especial [Así que cada uno de los libros que traía mi padre] tenía, no necesariamente que terminármelo, pero al menor revisarlo todo”.
Las hermanas, que daban sus libros al pequeño Leoncio para que las librara de las obligaciones escolares: “[Me decían] lee esto, haz un resumen. Entonces yo lo hacía”, terminaran por alimentar su curiosidad y fascinación por la lectura.
Y para cubrir lo que no hubiera en casa estaban las bibliotecas: “Yo vivo en Pamplona. Antes había una biblioteca popular y yo iba. Creo que estaba a un kilómetro o a un kilómetro y medio, y había que cruzar una pampa. Así me iba a la biblioteca.”
La infancia de don Leoncio queda resumida a la perfección en la siguiente frase: “No sé qué hacía el resto, pero yo me iba a la biblioteca”.
Sin embargo, no tuvo la oportunidad de retribuirle a ese espacio lo que pudo vivir gracias a ella: “La última vez que regresé, me enteré que la biblioteca había desaparecido. Quería llevar mis libros.”
5.
Queda todavía un tema pendiente. Más allá de la intervención de los profesores, en el pequeño Leoncio ya existía una predisposición para interesarse por el arte. Bien pudo ser la pintura, como finalmente fue la literatura. El hecho es que necesitaba expresarse. ¿Qué hay más allá? ¿Qué alimentó su vínculo con el arte?
Don Leoncio lo piensa un instante. “La música”, responde. “Mi padre era músico, tocaba corneta, era profesor de música. Siempre me trataba de enseñar a leer el pentagrama. Creo que él, de alguna manera, me motivó... de una manera inconsciente”.
Hurga más en su memoria y sigue: “Él era el que me leía, me contaba cuentos... Él era de las personas que contaban cuentos, fábulas, mitos, leyendas. Entonces, creo que por ahí está la cosa.
Yo siempre de chico le decía ‘cuéntame un cuento’ y eso como que me atrapaba”.
De inmediato me nace una interrogante. Si su padre había sido el origen de su afección por el arte, ¿por qué precisamente él había buscado apartarlo de aquel mundo?
Sereno, procurando encontrar las palabras precisas, don Leoncio contesta: “Los padres quieren que sus hijos tengan seguridad, y él con la música no la tuvo”. Me cuenta que el padre debió dejar Puno por uno negocios, aunque siempre procuró tener unos momentos reservados a su oficio. “[En la casa] se iba al fondo, a un cuarto, y allí se ponía a tocar su música”.
La respuesta exacta no existe. No aún. Pero don Leoncio esboza una para el momento: “Debía ser por eso que él no consiguió”.
Si bien el poeta Luque nunca aprendió a tocar algún instrumento, y su padre moriría antes de que ingresara a la Universidad Federico Villarreal, donde él terminaría por afirmar y consolidar su vocación por la poesía, lo real es que fue gracias a esos gestos de su padre —a favor de que leyera desde pequeño, en contra de que siguiera con la pintura— que terminó encaminado hacia la literatura.

OFRECIENDO EL DISCURSO EN LA PREMIACIÓN DEL COPÉ 2013


Fuente:
https://redaccion.lamula.pe/2014/02/23/cuando-la-literatura-toma-nuestra-vida/paulocp/

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