martes, 5 de marzo de 2013

La función educativa de la biblioteca pública


La función educativa de la biblioteca pública
Ramón Salaberría
Ex director de Educación y Biblioteca


            1.         La función educativa de la biblioteca pública 
            2.         Ámbitos de acción 
                        2.1.      Colaboración entre biblioteca pública y centros de enseñanza no  
                                     universitaria
            3.         Formación de usuarios de la biblioteca pública
            4.         Biblioteca pública y aprendizaje autodirigido o autodidacta 
            5.         Biblioteca pública y acción educativa con la comunidad  
                        Conclusión 
                        Sumarios
                        Notas


1. La función educativa de la biblioteca pública
Es difícil encontrar un manifiesto de la biblioteca pública que no reivindique su función educativa (y raro es, sin embargo, el manifiesto educativo que contemple explícitamente la función educativa de la biblioteca pública). Así, en uno de los más recientes e importantes, el Manifiesto de la Unesco sobre la Biblioteca Pública (1994) se señalan, entre otras, las siguientes misiones:
–          prestar apoyo a la educación, tanto individual como autodidacta, así como a la educación formal en todos los niveles,
–          fomentar el conocimiento del patrimonio cultural, la valoración de las artes, de los logros e innovaciones científicos,
–          facilitar el progreso en el uso de la información y su manejo a través de medios informáticos,
–          prestar apoyo y participar en programas y actividades de alfabetización para todos los grupos de edad y, de ser necesario, iniciarlos.
Como se puede observar, amplias y complejas misiones que quieren poner la biblioteca pública al servicio de toda la población: del que no pudo acceder al sistema educativo al titulado universitario, del que cursa la educación infantil al que está inmerso en un proyecto autodidacta, del analfabeto en el uso de las tecnologías de la información y comunicación al ciudadano que se interesa por conocer los desarrollos científicos o artísticos.
Pero las bibliotecas públicas españolas se enfrentan a grandes obstáculos para poder desarrollar y ampliar su función educativa.
1.         Son escasos los centros educativos no universitarios que cuenten con una biblioteca escolar (y algunos más los que disponen de una sala con libros que han ido llegando, un profesor que la abre unas pocas horas y un letrero que dice “biblioteca”). Ello acarrea un grave perjuicio para el desarrollo, en concreto, de la función educativa de la biblioteca pública y, en general, para todo el sistema de lectura pública (sin entrar a cuestionar el tipo de aprendizaje escolar que se puede llevar a cabo en tales circunstancias). La biblioteca escolar, más allá de ser un centro de recursos documentales para la comunidad escolar, puede posibilitar el desarrollo de unas habilidades en la localización, análisis y evaluación de la información y, lo que es muy importante, para todas las personas escolarizadas en el sistema educativo previo a la universidad. Intentar desarrollar unas funciones educativas de la biblioteca pública, en un sistema donde no existen bibliotecas escolares, es una labor titánica, condenada desde su inicio al fracaso (y a los países de nuestro entorno europeo nos remitimos para tal afirmación: no hay ningún caso de un sistema de lectura pública eficiente, salvo el muy particular de Finlandia –escasa población, numerosas bibliotecas públicas enclavadas en centros escolares o su entorno…–, que no vaya acompañado de una red de bibliotecas escolares). La formación de usuarios de la biblioteca pública, en ese contexto, y aún en las mejores condiciones jamás soñadas, sólo podrá llegar a un limitado número de usuarios (“los más motivados”, “los más lúcidos”…), con un período de formación muy corto y donde la adquisición de destrezas y conocimientos no estará confrontada por una práctica regular. En resumen, es fundamental percibir la lectura pública como una cadena documental con diferentes eslabones (biblioteca escolar, biblioteca municipal y bibliotecas de barrios, Biblioteca Pública del Estado, Biblioteca Regional…).
2.         La equiparación existente en la sociedad española entre educación y escolarización. Parecería que todos los procesos educativos se dieran única y exclusivamente en el contexto de las instituciones escolares, que si no existen unas enseñanzas regladas y un diploma no puede haber un aprendizaje. En tal contexto los procesos de aprendizaje autodidacta, la educación popular (tan fundamental en los países del norte europeo y tan ligada al desarrollo de las bibliotecas públicas de esos países) y la formación permanente son marginales, términos para empedrar de buenas intenciones cualquier manifiesto político-educativo que se precie.
3.         España ha sido un país de pobres bibliotecas (y en gran parte lo sigue siendo). Ahora, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación e información, se extiende en algunos sectores (incluso entre formadores de los futuros bibliotecarios y documentalistas) la creencia de que la biblioteca pública ya no es necesaria “sino que con ordenadores y acceso a internet…”. Esa creencia, basada en las posibilidades técnicas, parece olvidar que no es suficiente con que exista esa posibilidad para que se vuelva real, ni que sus potencialidades se traduzcan en usos. Más allá de los factores técnicos existen otros factores sociales, políticos y económicos. Así, según el análisis del Estudio General de Medios dado a conocer a fines de junio del presente año, más de la mitad de los internautas españoles pertenecen a una clase social alta y media alta.[1]
4.         Pervive, en gran parte, un sistema de enseñanza tradicional donde el libro de texto y los apuntes son prácticamente los únicos recursos y donde no se alienta la búsqueda, la investigación documental. Y, en palabras de Emilio Lledó, este es el caldo de cultivo del no libro, el caldo de cultivo de la no biblioteca.
5.         En relación con las plantillas profesionales de las bibliotecas públicas de la mayor parte de los países europeos, el número de bibliotecarios empleados en las bibliotecas públicas españolas es muy escaso. Lo mismo puede decirse de los numerosos centros coordinadores de bibliotecas provinciales y/o regionales. Cierto es que también estamos por debajo en infraestructuras y fondos documentales. Pero en el momento actual es experiencia común a gran número de bibliotecas públicas, en especial las municipales, un más fácil acceso a un aumento de las colecciones o a la compra de ordenadores que a un crecimiento de sus limitadísimas plantillas. Y desarrollar las funciones educativas de una biblioteca conlleva personal bien formado.
6.         La biblioteca pública española ha vivido hasta ahora sin conocer su rostro. Se saben pocos datos (en especial, de las tan importantes y casi siempre minusvaloradas bibliotecas municipales) y muchas preguntas quedan sin respuesta (por ejemplo, sobre el perfil de los bibliotecarios municipales en las diferentes comunidades autónomas, sobre cuántas bibliotecas hacen préstamos colectivos a escuelas, institutos, empresas, hospitales, prisiones, sobre cuál es la imagen de la biblioteca pública para la sociedad española, sobre cuáles son sus comportamientos en la biblioteca, y decenas de otras preguntas). Esta situación, uno de los índices del subdesarrollo bibliotecario español, contrasta fuertemente con la de otros sistemas bibliotecarios en Europa. Así, la British Library, a través de su servicio de investigación, British Library Research and Development Department, sólo en el período 1980-1990 (no precisamente uno de los momentos más esplendorosos de las bibliotecas británicas, dada la política de los gobiernos de Margaret Thatcher), financió y publicó más de 50 informes relativos, únicamente, al desarrollo de las habilidades de información entre los estudiantes o sobre el lugar de la información en los procesos educativos.[2] Otro caso remarcable es el Service des Etudes et de la Recherche de la Bibliothèque Publique d’Information del Centre Georges Pompidou que ha propiciado, a partir de la elaboración de numerosos estudios [3] (en gran parte contratados por la Direction du livre et de la lecture), una reflexión entre los bibliotecarios franceses sobre numerosos aspectos de la actividad bibliotecaria (el uso de los catálogos automatizados por parte de los usuarios, los multimedia en la biblioteca, la familiaridad de los usuarios con el espacio y la señalización, los considerados “poco lectores”, la lectura y las bibliotecas en el ámbito rural o en los suburbios de las grandes ciudades y, en general, sobre la adecuación o desvinculación entre la oferta y los deseos no imaginarios de los bibliotecarios, sino los deseos reales de los públicos). Otra valiosa herramienta de análisis, también en Francia, es el Conseil Supérieur des Bibliothèques, creado en 1989 (y que ya en 1990 tuvo como uno de sus temas centrales de análisis las relaciones entre las bibliotecas escolares y las bibliotecas públicas), con sus análisis globales anuales sobre el estado y retos de las bibliotecas francesas.[4] Otras estructuras con esta misma función de análisis y prospección las podemos encontrar en Alemania, Holanda, Dinamarca…
7.         Un último obstáculo, acrecentado en estos últimos años. El trabajo educativo desde la biblioteca pública no es espectacular, es un largo proceso que raramente va a merecer la atención de los medios de comunicación. Hoy, en muchas ocasiones, es más fácil para una biblioteca pública contratar a un autor de éxito para que dé una conferencia (y su consiguiente eco en los medios de comunicación locales) que, por ejemplo, conseguir recursos para que la biblioteca pública pueda trabajar con los grupos de educación de adultos de la localidad.

2. Ámbitos de acción
2.1. Colaboración entre biblioteca pública y centros de enseñanza no universitaria
La inexistencia de un sistema de bibliotecas escolares dificulta sobremanera este ámbito de acción. Si a ello añadimos la falta de recursos humanos en las bibliotecas públicas (en 1995 ninguna biblioteca pública del Estado –que, dentro de las públicas, son las que cuentan con mayor dotación de personal– o centro coordinador contaba con un puesto de trabajo destinado a la colaboración con los centros de enseñanza), se constata, con los datos de la encuesta “Colaboración de las Bibliotecas Públicas del Estado y Centros Coordinadores con los centros educativos”, [5] que las líneas actuales de trabajo en este ámbito de la colaboración se caracterizan por su pobreza (la biblioteca pública como prestataria de sus instalaciones para la realización de tareas escolares), fragilidad (los bibliotecarios no se ven apoyados en esta colaboración por ninguna administración educativa o cultural) y esporadicidad (sin convenios de colaboración que, a su vez, establezcan funciones y responsabilidades de cada parte).
Pero en este lógico, pero no por ello menos sombrío, panorama sobresalen las actuaciones de algunas bibliotecas que, además de priorizar esta línea de colaboración con los centros educativos, han conseguido interesar y recibir el apoyo de sus organismos de tutela. Sin embargo, existiendo en España 285 localidades de más de 20.000 habitantes, parecen pocas las bibliotecas que han podido, no sin dificultades, comenzar a apostar por una colaboración más extensiva y continuada con los centros de enseñanza no universitaria.
En cambio, el abanico de líneas de colaboración emprendidas por otros sistemas bibliotecarios europeos es amplísimo. Desde organismos centrales de bibliotecas con células de orientación para las bibliotecas escolares (casos, por ejemplo, del Deutsches Bibliotheksinstitut –DBI–, del Nederlands Bibliotheek en Lektuur Centrum –NBLC– o de la flamenca Vlaansee Bibliothek Centrale –VBC–) hasta la plasmación en la legislación bibliotecaria de esa colaboración (casos de Dinamarca y Holanda, por ejemplo) o fórmulas de financiación mixta para la adquisición de fondos documentales (como en Irlanda, donde ante la inexistencia de bibliotecas escolares las bibliotecas públicas han aceptado adquirir fondos con una financiación otorgada por el Ministerio de Educación para asegurar un servicio a las escuelas) o para la retribución del personal bibliotecario que trabaja en la sección infantil y juvenil de la biblioteca y que es responsable de la coordinación con los centros de enseñanza de la localidad.[6]Las modalidades son diversas, pero saben que biblioteca pública y centro de enseñanza comparten objetivos educacionales estratégicos (aunque no tácticas), que la escuela, sin un sistema de lectura pública, ve mermada su tarea y a la inversa, y que el secreto del éxito de los sistemas bibliotecarios más eficientes reside en el trabajo con el público infantil y juvenil (aunque no sea, por supuesto, su único público).

3. Formación de usuarios de la biblioteca pública
El libre acceso a los fondos documentales y la irrupción de nuevos públicos en la biblioteca pública fueron dos aspectos claves para el desarrollo de una formación de usuarios. Posteriormente, la automatización de las bibliotecas y el fulgurante crecimiento de las tecnologías de la comunicación e información han hecho más determinante este tipo de formación. También más compleja: los soportes y los instrumentos para el acceso a la información se diversifican y se necesitan nuevas destrezas.
De por sí, la formación de usuarios de la biblioteca pública requiere de personal (de lo que no disponen las bibliotecas públicas españolas). Además, a falta de bibliotecas escolares, los ciudadanos españoles no están entrenados en el uso de la información. En tales circunstancias la formación de usuarios, que tiene como objetivo final la autonomía del usuario de la biblioteca, llega a un número restringido de personas, con un entrenamiento corto y una escasa manipulación de los instrumentos de acceso a la información. Es en este sentido que algunos bibliotecarios han acentuado su acción, más que en la organización de la formación directa de los usuarios, en dedicarse a mejorar las herramientas de acceso a la información, crear programas informáticos educativos, elaborar productos audiovisuales y multimedias de presentación de las bibliotecas, de su modo de organización y de las diferentes fuentes de información para, al menos, así poder responder a la información más básica. En la elaboración de este material los centros coordinadores de bibliotecas podrían cumplir una importante tarea.
Pudiera darse la creación de espacios públicos para la alfabetización de los ciudadanos en el uso de las tecnologías de la información y comunicación (tecnologías que requieren de constantes actualizaciones y que la mayor parte de los ciudadanos no pueden adquirir) y que estos espacios se desarrollen en el ámbito de las bibliotecas públicas (siempre que se apueste políticamente –recursos humanos y económicos– por un intento de acceso democrático al conocimiento). Comienzan a desarrollarse experiencias en tal sentido, pues no es suficiente con dar al lector un acceso a la biblioteca universal, sino que es más importante darle la capacidad para no perderse en un mundo en el que no hay señales, indicaciones ni herramientas de búsqueda.

4. Biblioteca pública y aprendizaje autodirigido o autodidacta
Si la formación permanente ha estado unida a las exigencias económicas o sociales, en la actualidad se ha visto reforzada por el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.
A diferencia de las bibliotecas públicas anglosajonas y nórdicas, las del sur de Europa (Francia, Italia, España…) nacieron de la necesidad de conservación del patrimonio confiscado a la Iglesia católica y a la aristocracia. En aquellos países, en cambio, lo fueron más como herramienta para la enseñanza en los grupos y sociedades sindicales y de la educación popular, todavía hoy vigorosa en los países con mejores sistemas bibliotecarios en Europa (Dinamarca, Finlandia, Suecia…).
La historia propia sigue marcando el devenir bibliotecario. Mientras en los países anglosajones, en estas dos últimas décadas se han realizado numerosos estudios, elaborado directrices y puesto en marcha proyectos sobre la biblioteca pública y el aprendizaje autodirigido,[7] en España este ámbito ha sido marginal. Para la profesión bibliotecaria significa todo un reto: pasar, al menos parcialmente, del cada vez más publicitado bibliotecario-gestor al bibliotecario-educador, formado en unas capacidades que le hagan posible trabajar como tutor-asesor ofreciendo orientación educativa, información y acceso a los materiales. Además, para que la biblioteca pueda proporcionar materiales y programas aplicables a las necesidades de los adultos, estas necesidades deben ser identificadas (lo que no es fácil en el ámbito de los autodidactas).
El desarrollo de las tecnologías de la comunicación e información, las nuevas modalidades del empleo laboral y la rapidez en la evolución del conocimiento, son interpretados como signos de una creciente demanda de los usuarios de las bibliotecas públicas en términos de información, orientación y apoyo de recursos bibliotecarios para los estudiantes adultos independientes. Así lo ha entendido la Comunidad Europea que ha financiado los proyectos PLAIL (Public Libraries and Adult Independent Learners),[8] LISTED (Libraries Integrated System for Telematics-based Education),[9] DERAL (Distance Education in Rural Areas via Libraries),[10] todos ellos con participación de instituciones españolas, y PROLIB/ODL (Open Distance Learning in Public Libraries).[11]
5. Biblioteca pública y acción educativa con la comunidad
La biblioteca pública, tradicionalmente, ha sido una institución educadora para la comunidad (más allá de la colaboración que pueda mantener con las bibliotecas escolares, la formación sobre la propia biblioteca que pueda ofrecer a sus usuarios, o los programas que establezca para acompañar el aprendizaje autodidacta). Acción especialmente importante en sociedades como la española (que, dada su historia social y educativa, contaba –datos del Instituto Nacional de Estadística– a principios de la década de los noventa con 1.100.000 analfabetos, 7.115.000 ciudadanos sin estudios y 9.503.000 con estudios de primer grado. En 1996, el 34 por ciento de la población de 25-59 años había terminado al menos la enseñanza secundaria superior [12]. La media en la Unión Europea era del 58 por ciento). En la acción educativa desarrollada por las bibliotecas de los ateneos obreros y bibliotecas de la República está el momento más destacado de las bibliotecas públicas españolas.
La actual sobreinformación respecto al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación no ha de llevarnos a olvidar este ámbito de acción (de hecho, bibliotecas públicas como la de Los Ángeles, localizada en el ojo del huracán tecnológico, sobresalen por la vitalidad y la importancia que dan a este tipo de acción). Para numerosas personas, y cada vez más, la biblioteca es de las pocas instituciones que ofrecen actividades culturales y educativas (ciclos de conferencias, clubes de lecturas comentadas, recitales, teatro leído, presentaciones de publicaciones…). Y muchas veces, al trabajar en colaboración con ong’s, asociaciones y grupos de la comunidad, consigue ampliar su público como biblioteca y presentar una información alternativa a la vehiculada por los grandes grupos de comunicación. La biblioteca pública puede ser un elemento muy importante en políticas de educación ciudadana sobre muchos ámbitos que conciernen (y van a concernir más) a la sociedad española: sida, poblaciones inmigrantes, biotecnología, relaciones Norte-Sur… A su vez, este tipo de acción se puede reforzar con las nuevas tecnologías de la información (posibilidad de una información más actualizada y variada, facilidad para contactar y trabajar conjuntamente con grupos y asociaciones…).
Volviendo a las actividades culturales y educativas ofrecidas actualmente por las bibliotecas públicas españolas, no está de más remarcar la escasa presencia de la divulgación científica y técnica en estas actividades. ¿Está la biblioteca pública respondiendo a lo que representa la ciencia en las sociedades actuales? La biblioteca pública, claro está, no tiene el objetivo de crear una sección científica de carácter académico pero sí el de proporcionar elementos para una reflexión sobre los conocimientos y desarrollos científicos en el contexto de nuestra sociedad. Las experiencias llevadas por las bibliotecas públicas de los países del sur de Europa, hijas de su historia, en el ámbito de la divulgación científica son todavía tímidas. A su vez, a juicio de algunos expertos, la ciencia es un vector muy importante para dirigirse al público de los denominados “poco lectores”, o incluso al público que no frecuenta las bibliotecas.

Conclusión
Sí, la biblioteca pública puede ser una herramienta educativa cargada de futuro para la sociedad española. Lo que no significa que forzosamente vaya a serlo. Si los métodos educativos de los centros escolares siguen privilegiando al libro de texto y a los apuntes como exclusivo recurso de información, entonces difícilmente lo será. Si los recursos humanos y materiales en las bibliotecas públicas españolas siguen tan escasos como hoy, será igual de difícil.
A lo largo de estas páginas se han señalado algunos ámbitos de intervención para que las funciones educativas inherentes a una biblioteca pública sean impulsadas. Entre otros:
–          la creación y desarrollo de un sistema de bibliotecas escolares, que tan importante función pueden desempeñar para el entrenamiento en el acceso y uso de la información y en el desarrollo de conductas lectoras entre la población escolarizada (no se parte de cero, ha habido proyectos pilotos y experiencias, cursos de formación, reflexiones y publicaciones, grupos de trabajo, sensibilización entre el profesorado…),
–          la dotación de recursos humanos y materiales a las bibliotecas públicas y centros coordinadores de bibliotecas (pues con el número actual de bibliotecarios –especialmente en las bibliotecas municipales– va a ser difícil que bibliotecarios y profesores puedan trabajar conjuntamente, más allá de la visita organizada a la biblioteca),
–          una formación para (al menos, algunos) bibliotecarios públicos que contemple también, más allá de la siempre importante formación en gestión de bibliotecas, otras áreas como la sociología de la lectura, el análisis de los usuarios en la biblioteca, el documento (en todos sus soportes) infantil y juvenil, servicios de orientación educativa para estudiantes autodirigidos o autodidactas, etcétera,
–          diversificar las líneas de colaboración entre las bibliotecas públicas y los centros educativos (desde las escuelas infantiles hasta los centros de educación de adultos). Las experiencias desarrolladas por muchos sistemas bibliotecarios europeos forman un buen muestrario.
La pelota está en el tejado de la administración educativa y cultural estatal, autonómica y local. Otros países así lo han entendido: en el período comprendido entre 1977 y 1989 el número de personas trabajando en las bibliotecas municipales francesas pasó de 5.815 a 14.500 (y el de préstamos de libros y otros impresos en las bibliotecas públicas, de 59,3 millones en 1980 a 154,5 en 1998). Un reciente informe del Ministerio de Educación finlandés, Bibliotecas Públicas en Finlandia: umbrales al conocimiento y la cultura,[13] país donde alrededor del 80 por ciento de la población utiliza las bibliotecas públicas, señala que “invertir en bibliotecas significa invertir en democracia e igualdad”. Las razones existentes para ello siempre han sido claras, y hoy más que nunca:
–          en unas sociedades, como la nuestra, cada vez más dualizadas, no sólo la división es entre los “ricos en información” y los “pobres en información”, sino entre los que están entrenados en el manejo de la información y los que no lo están;
–          podríamos pensar que los usuarios de la biblioteca o, en concreto, los estudiantes, ya sabrán desenvolverse en la biblioteca, en el acceso a la información y su manejo, pero todos somos conscientes de que los alumnos que saben desenvolverse son los mejores, pero son sólo unos pocos (fruto de las desigualdades vinculadas a la herencia cultural).
Existe una última razón para que las administraciones educativas y culturales impulsen el desarrollo de las bibliotecas públicas y sus funciones educativas: la escuela no puede garantizar por sí sola el proceso de aprendizaje de la lectura. La escuela sola no puede hacerlo. La interacción entre los diversos lugares de lectura –biblioteca escolar, aula, biblioteca pública, librería…– es esencial para desarrollar un comportamiento lector. La lectura conlleva un aprendizaje continuo que no se limita a los primeros cursos de primaria o, en palabras de Emilia Ferreiro, “hemos heredado una concepción restringida de la alfabetización, que la reduce al código de correspondencia grafofonética, y de lo que se trata es de generar personas que puedan circular por el mundo de la cultura escrita”. La lectura es la actividad cultural primordial: es el medio para el pensamiento abstracto, que es lo que verdaderamente ha hecho a la persona.

Sumarios
“La biblioteca escolar, más allá de ser un centro de recursos documentales para la comunidad escolar, puede posibilitar el desarrollo de unas habilidades en la localización, análisis y evaluación de la información y, lo que es muy importante, para todas las personas escolarizadas en el sistema educativo previo a la universidad”.
“Pervive, en gran parte, un sistema de enseñanza tradicional donde el libro de texto y los apuntes son prácticamente los únicos recursos y donde no se alienta la búsqueda, la investigación documental. Y, en palabras de Emilio Lledó, este es el caldo de cultivo del no libro, el caldo de cultivo de la no biblioteca”.
“Las modalidades son diversas, pero saben que biblioteca pública y centro de enseñanza comparten objetivos educacionales estratégicos (aunque no tácticas), que la escuela, sin un sistema de lectura pública, ve mermada su tarea y a la inversa, y que el secreto del éxito de los sistemas bibliotecarios más eficientes reside en el trabajo con el público infantil y juvenil (aunque no sea, por supuesto, su único público)”.
“Pudiera darse la creación de espacios públicos para la alfabetización de los ciudadanos en el uso de las tecnologías de la información y comunicación (tecnologías que requieren de constantes actualizaciones y que la mayor parte de los ciudadanos no pueden adquirir) y que estos espacios se desarrollen en el ámbito de las bibliotecas públicas (siempre que se apueste políticamente –recursos humanos y económicos– por un intento de acceso democrático al conocimiento)”.
“Mientras en los países anglosajones, en estas dos últimas décadas se han realizado numerosos estudios, elaborado directrices y puesto en marcha proyectos sobre la biblioteca pública y el aprendizaje autodirigido, en España este ámbito ha sido marginal”.
“La biblioteca pública puede ser un elemento muy importante en políticas de educación ciudadana sobre muchos ámbitos que conciernen (y van a concernir más) a la sociedad española: sida, poblaciones inmigrantes, biotecnología, relaciones Norte-Sur…”.

Notas
[1]          El País, 30 de junio de 2000.
            Los datos pueden consultarse en la página www.aimc.es de la Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación, asociación productora del Estudio General de Medios.
[2]          Véase, en tal sentido, un listado de las publicaciones editadas entre 1977 y 1990 en: “Publicaciones sobre bibliotecas escolares en Gran Bretaña”, Educación y Biblioteca, n. 43, enero 1994, pp. 16-17.
[3]          Entre otros:
            Passeron, J.-C.; Grumbach, M.: L’oeil à la page: enquête sur les images et les bibliothèques. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou, 1985.
            Barvier-Bouvet, J.-F.; Poulain, M.: Publics à l’oeuvre: pratiques culturelles à la Bibliothèque publique d’information du Centre Georges Pompidou. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou: La Documentation française, 1986.
            Bahloul, J.: Lectures précaires: étude sociologique sur les faibles lecteurs. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou, 1987.
            Peroni, M.: Histoires de lire: lecture et parcours biographique. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou, 1988.
            Le Marec, J.: Dialogue ou labyrinthe?: la consultation des catalogues informatisés par les usagers. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou, 1989.
            Chartier, A.-M.; Hebrard, J.: Discours sur la lecture, 1880-1980. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou, 1989.
            Veron, E.: Espaces du livre: perception et usages du classement et de la classification en bibliothèque. Paris: BPI-Centre Georges Pompidou, 1989.
[4]          Conseil Supérieur des Bibliothèques (www.enssib.fr/autres-sites/csb/index.html).
[5]          Salaberría, R.: “Colaboración de las Bibliotecas Públicas del Estado y Centros Coordinadores con los centros educativos: encuesta”, Educación y Biblioteca, n. 65, febrero 1996, pp. 30-35.
[6]          Distintas modalidades de colaboración entre bibliotecas públicas y centros educativos se señalan en:
            Poulain, M. (dir.): Les Bibliothèques publiques en Europe. Paris: Cercle de la Librairie, 1992.
            Salaberría, R.: Bibliotecas públicas y bibliotecas escolares: una colaboración imprescindible. Madrid: Ministerio de Educación y Cultura, 1997.
[7]          Allred, J.; Hay, W.A.: A preliminary study of the involvement of public libraries with adult learners. London: British Library, 1979.
            Butler, L.: Educational guidance for adults: some terms, definitions and issues in the practice of educational guidance by independent services and public libraries. Leicester: Acace, 1982.
            Smith, V.: Public libraries and adult independent learners: a report. London: Council for Educational Technology, 1987.
            Butler, L.: The Role of Public Libraries in the Provision of Educational Guidance for Adults. London: British Library, 1988.
            Fisher, R.K.: Library services for adult continuing education and independent learning. London: Library Association, 1988.
            Allfred, J.; Heeks, P.: Open learning in public libraries: evaluation of a Training Agency initiative, by the Library Association for the Training Agency. Sheffield: Training Agency, 1990.
            Bamber, A.L.: Look up – and learn: Library Association adult independent learning guidelines for libraries and learning resource centres. London: Library Association, 1992.
[8]          Public Libraries and Adult Independent Learners (www.npk.gov.pl./cordis/www.cordis.lu/libraries/en/projects/plail.html).
            La Fundación Municipal de Cultura de Gijón, participante en el Proyecto PLAIL, publicó en 1995:
            Las necesidades de los estudiantes adultos independientes: informe sobre la investigación.
            Habilidades y capacidades necesarias para un bibliotecario en las tareas de apoyo a los estudiantes adultos independientes.
            La utilización de las tecnologías de la información en la formación del personal bibliotecario y como apoyo a los estudiantes adultos independientes.
[9]          Libraries Integrated System for Telematics-based Education (www.itpoint.org.uk/listed.html)
[10]        Distance Education in Rural Areas via Libraries (deral.infc.ulst.ac.uk)
[11]        Open Distance Learning in Public Libraries (www.mmu.ac.uk/h-ss/cerlim/projects/odinhp.htm)
[12]        España en Cifras 1999. Madrid: Instituto Nacional de Estadística, 1999.
            (www.ine.es/espcif/espcifes/educ99.pdf)
[13]        Public Libraries in Finland: Gateways to Knowledge and Culture. Helsinki: Ministry of Education/Culture and media Division, 1999. (www.minedu.fi/minedu/culture/libraries_gateways.html).



Fuente:
 http://www.bibliotecaspublicas.info/bp/bp06.htm

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