miércoles, 10 de abril de 2013

POEMAS DEL POETA CUBANO: ISBEL GONZÀLEZ,


el año 2012  en  cuba CONOCÍ al poeta en  sancti spìritus, en un festival de POESÍA que se REALIZÓ. tengo el agrado de compartir con ustedes. esperamos tenerlo en el PERÚ  muy pronto.
 
Isbel González, poeta cubano
YO ODISEO CONFIESO MI SINO CON LAS MANOS MANCHADAS POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS

A Mildrey Betancourt.
Por el retorno y su presunta eternidad.

Nadie espera por nosotros. Penélope nunca me conoció, no teje apenas. Los barcos se han deshecho. Yo, Odiseo, me entrego a Circe, a la visitación de los demonios. Somos las criaturas de un mundo apenas discernible. Qué de jaurías contra los ciervos del placer. Henos aquí, hijos de Dios, huérfanos y hambrientos, con una mano en el pecho (no en su invocación, sino abrazados a sus arterias) y otra en la médula, censando los instintos.

¡Silencio! Repiten los cánticos de Sodoma.
¿oicneliS? Me responde la conciencia, mi sospechosa conciencia que se empeña en desandar los argumentos. Y qué si partieron los Aquiles, ya cansados de morir de nimiedades, si son apenas criaturas del olvido, muertos que viven en otros muertos.

Somos la misma especie de hace siglos. La que murió sin fuego bajo las garras del tigre. La de Hiroshima. La que algún día llegará a las estrellas, si sobrevive a los tigres que la acechan todavía. Aún necesitamos amuletos e invocamos a los dioses y al olvido.

Esta Odisea muere en el simple acto de pensarse, en una esencia diferente. www.odisea... y estamos otra vez frente al ordenador, frente al cielo de Babilonia o la cámara de Auschwitz y me convenzo una vez más que somos las criaturas de siempre, nosotros, los Homo sapiens sapiens.

Quizá fui yo quien lanzó la primera piedra. Permítanme recogerla ahora que nadie me ve, hoy que la soberbia está dormida. Carguemos de una vez con nuestras piedras, aquellas que lanzamos también contra la conciencia. Antes que un muro nos aleje de Ítaca para siempre.






EL TEDIO DE LA ISLA


Nada fue suficiente para el tedio. Le pusimos zanahorias y garrotes, ciegas revoluciones y consignas, pero nada fue comparable al tedio de la isla. Tuvimos la conquista y la promesa, la india sometida, la colonia, el guarapo y su verde satinado; pero nada, nada bastó, aún ladran los perros bajo la neblina y la gota gotea en la gotera: thic, thic, thic, goteando sobre el piso de la isla. Pero el tedio es marfileado, marmoleado, el tedio de la isla es la más dura sustancia. Para olvidar bebemos, pero persiste allí, en la resaca. Para olvidar hacemos el amor, pero el amor de la isla tiene matices tediopúrpura. Para escapar de sus centenarias redes destejemos sus hilos, pero la araña espera agazapada en el eterno corazón del país.






FRAGMENTO QUE YA NO SOY  

II

A mi hijo Marcos Antonio

Por las mañanas mi pequeñuelo
me despertaba con un gran beso

José Martí


La soledad no tiene heraldos celadores. No tiene himnos, medallas, epitafios. La soledad es profusa como nuestras miserias. Se multiplica como los panes y los peces, como las sombras que invocamos sobre el fuego. Salió de las cavernas y nos halló esperándola, encendió un cigarrillo y brindó a nuestra suerte.

La soledad es única y diversa. Nos tiende encrucijadas. Se ríe de nuestra soberbia mientras, irónica, reza un padre nuestro (porque, como se sabe, ella duda de dios).

La soledad te muerde los talones, te escupe, te besa como Judas, te zumba al oído cuando duermes, te aborda en una esquina, te desarma. La soledad ya no se oculta, no es taimada: se exhibe en las vidrieras, se deja sobornar, se postula, escribe poemas de suicidas, locos, pervertidos; nos publica.

La soledad es una puta que se acuesta en nuestras ganas, pero nunca nos deja poseerla. La soledad viaja en limosina o se arrastra. Nunca se entrega.

La soledad es un perro taciturno.
La soledad es un mendigo sediento en nuestra sangre.
La soledad nos convierte en solitarios.
La soledad se nutre de tu ausencia.
La soledad, querido hijo,
                                no nos entiende todavía.





MI PADRE NUNCA HA LLORADO

Sueño mío,
país que invento,
astro,
luz del cielo
donde nunca sucedió nada
excepto…
… que nos amábamos

Rafael Alcides

En la noche en que Capricornio era apenas una insinuación del horizonte de la madrugada, tras las farolas amarillas. Capricornio tras las únicas farolas, incólumes guardianes de la noche. Cómo acertar la vida detrás del peso de mis sueños, tras la arrogancia inútil de mis calles. Las puertas del infinito son de un pino imperfecto, sin rescoldos donde exhumar recuerdos.
Un cocotero que se recorta en la noche mece sus pencas contra el infinito, contra los Lebreles y su brillo distante. Mece su desamparo contra la tristeza. Sólo entonces acertamos que de ausencia se erige universo, como el remanso donde beben los camellos en las noches del Sahara. Ese polvo irracional de nuestros huesos. Una lechuza pasa como la muerte de mi abuela bajo la mata de guanábana. Mi abuela hecha de fiesta, hecha de esa sustancia dulce de sus dulces. Del vecino que pasa y se sienta a su mesa. Mi abuela que se llamaba Hilda, que aun se llama la sonrisa que borra este dolor. Cuánto tiempo necesita el poema para prenderse fuego y pender de una rama. Bajo el árbol donde osciló mi abuela consumida por el fuego atroz del desamparo. Cuánto tiempo necesita el olvido para borrar la indiferencia del suicida.
Había una vez un niño que temblaba de frío, o era quizás un hombre que se volvió pequeño. Era un cinco de Enero y todo el calendario. Era la eternidad contra una hoguera.
Mi padre nunca ha llorado, sólo fuma (como un hombre) y sostiene a mi abuelo contra el mundo. Prende un cigarro alucinado y bebe un trago de ron todas las tardes. Mi padre que nunca tuvo su poema y nunca lloró (como es debido), sigue acunando el tiempo tras el humo de una vida que pasa lentamente. Con su poco de ron en el ocaso y un riñón mutilado en el quirófano.
El tiempo pasa en mi pueblo como esa brisa ajena de la noche, que roza la miseria en una esquina. Esa esquina donde olvidaste tu última esperanza o tu primer amor contra el olvido.
Ahora comprendes (comprendemos) que vivir es tan sólo un espejismo, que las estrellas siguen su curso inexorable, sobre la noche, sobre el último brindis de tu cuerpo.
Qué importa que sea cinco de Enero, quince de Junio, treinta de Mayo y madrugada. Capricornio sigue en su letargo, contra el muro y su demencia, perdido tras la luz de las farolas.
Mi abuelo que murió de aburrimiento nunca supo del silencio tras los muros, ni del polvo feliz de la mañana. Mi abuelo siempre respiraba por el aire en demasía, comía por el hambre, miraba por los párpados abiertos. El nunca tuvo un sueño donde apoyar la frente y nunca tuvo nada que no le fuese ajeno. Sólo supo morir como Dios manda, con su porción amarga de miserias, con sus ojos perdidos en el miedo, un miedo más absurdo que su vida.
Pero hoy mi padre duerme. Ronca con su cicatriz en el abdomen, con su riñón de menos, con sus sueños de menos y sus años de más. Duerme como un rey, en este pueblo sin castillos ni memorias. Mientras las estrellas ascienden, descienden, en un ciclo infinito.






NATURALEZA MUERTA O CASI


La vida se basa en simples cambios, como decir, aquella fruta madura en el recuerdo no he de comerla hoy, acaso sea mejor que se pudra en la memoria. Entonces vamos dejando que la simple flor, la abeja y la nostalgia cumplan su ciclo bajo el cielo plomizo que siempre retorna y persiste porque es necesaria la porción de calor y la porción de frío y la porción de luz y de tinieblas, todo equilibrio. Pero el fruto solo madura una vez, y la flor cae y es ya el fruto, y la abeja sabe el tiempo de la flor y de su polen y después regresa a su colmena y nosotros, qué será de nosotros.


  


EL ALEPH


…y vi la sombra muda del destino,
los límites dispersos, la osamenta
de ancestrales guerreros, lo que cuenta
el oráculo en Delfos, pergaminos
en las ruinas de Tebas. Vi caminos
y torpes caravanas en su lenta
procesión hacia Roma. Vi la afrenta
a una esclava en decúbito supino.

Todo esto sé; del Alfa y de la Omega,
del eterno retorno. Todo he visto:
el miedo y la moneda, Judas, Cristo
y a Pedro que nos ama y que nos niega.

Más, nunca divisé cómo se llega
al tiempo y dimensión donde ahora existo.


  


CLOSE-UP


La patria es ara, nunca pedestal.
La novia de David es una gorda
inverosímil. El Che es una postal
carísima, con la imagen de Korda.

Nuestra justicia es ciega, también sorda;
ciega y sorda la vieja del portal
del vecino y también daremos cal
a las aceras para el acto. Borda
y borda la ancianita en el sillón
un gran mantel que venderá en la plaza.

Alguien llega, compra una calabaza
para el almuerzo. Entra el comunistón,
close-up, David lo mira, se desplaza
la cámara, el tipejo –maricón–
le grita a Diego y me ilumina ahora
el faro mientras veo a dos lesbianas
besándose en la boca, y la demora
en la cola del Coppelia. Habanas
nuestras que cada cual odia y adora,
ciudad siempre inocente y pecadora.

Que sencillo mirar tras las ventanas
del Cohíba tu oscuridad lejana.
Que sencilla la limosna, creernos
buenos, tan buenos, y después comernos
exquisitas langostas, fumar puros
habanos, que sencillo, mientras tal
edificio se derrumba o más cual
calle se inunda de excrementos. Muros.



  

FROM: ULISES


Quién se va a morir de amor en estos tiempos en que el transporte está falseado en la estadística estatal. Quién regala no me olvides si las memorias de ocho gigas están inalcanzables. Yo quise a una muchacha de ojos triste y callados, pero lanzaron una bomba en Kandahār y nunca tuve espacio para amarla, y después, para colmo vino lo del ciclón (aún no se sabe la cifra exacta de cadáveres) y el celular que no funciona a esta hora y el satélite que pasa como espantando a Dios (Dios que, por cierto, nunca supo de amor) entonces, cómo amar a la muchacha si ya nadie nos llama homo sapiens, sino señor o compañero o Mister y soy a veces un código numérico. Pero ella tiene su e-mail y su beeper y me espera. penelopetg@hotmail.com, se llama Penélope, creo, debe llamarse así, tal vez mañana trate de contactarla, si tengo tiempo, bueno, si el servidor funciona, o se resuelve el problema del transporte.






Nota Biobibliográfica

Isbel González González, Guayos, 1976. Ingeniero Industrial. Poeta, narrador y ensayista. Trabaja actualmente como diseñador en Ediciones Luminaria. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Asociación Hermanos Saiz (AHS). Graduado del IX curso de técnicas narrativas “Onelio Jorge Cardoso”. Premio de poesía en el concurso CASATINTAS 2006. 1er. lugar en poesía, 3ro. en narrativa y mención en el concurso nacional “Batalla de mal tiempo 2005” de Cienfuegos. Premio nacional en poesía y local en narrativa en el concurso Mono-Rosa 2006 de Cabaiguán, así como el local de narrativa en el 2008. Finalista en el concurso nacional “Poesía de primavera 2006” de Ciego de Ávila. Premio de la Ciudad de Sancti Spíritus 2006 en literatura infantil. Finalista en el concurso de poesía “La lectora impaciente” de España en el 2006. Premio de cuento en el concurso SEMANA NEGRA 2006 de Gijón, España. 2do., 3er. y 1er. Premio en el Cuba Soneto 2006, 2007 y 2008 respectivamente. Mención en el concurso nacional Raúl Ferrer 2006. Premio nacional Pinos Nuevos 2008 de poesía infantil. Premio del ICAIC en el concurso de minicuentos El Dinosaurio 2008. Premio de cuentos El mar y la montaña, Guantánamo, 2009. 2do. Premio de poesía en el “III premio internacional La Revelación”, España, 2009. 3er. Premio en poesía en el concurso Mangle Rojo, Isla de la Juventud. Mención Premio Nosside Mundial, Italia 2010. Mención especial en el Premio de la Ciudad “Fernandina de Jagua” 2012 de Cienfuegos. Textos suyos aparecen en varias antologías y publicaciones periódicas de cuba y el extranjero. Tiene publicados La insoportable liviandad del ser o manual para cazar un homo sapiens (Premio CASATINTAS 2006, Luminaria 2008) y Los güijes del arco iris (Premio Pinos Nuevos 2008, Gente Nueva 2008).


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