En la primera cuadra de la calle San Antonio, de Requena, eran las 9 de la mañana del sábado 5 de abril y parecía que no pasaba nada. Ni siquiera una alada mosca o un evento importante. Pero sucedía un hecho decisivo en la vida de la ciudad. Del surtido almacén de la Ugel, donde abundan los libros que envía el Ministerio de Educación, salieron los 1671 libros editados por Tierra Nueva. Salieron en una furgoneta hacia el lugar donde se realizaría la ceremonia de inicio de la campaña de incentivo a la lectura. Entre tantos libros empaquetados uno podría perderse en tantos sueños. Imaginar otra Amazonía en el futuro cercano, una montaña con libros. O con bibliotecas.
El agitado misionero de la estatua de la Plaza de Armas, de Requena, pareció mirar con sorpresa hacia una de las entradas del colegio María Inmaculada. Era todavía la mañana de ese día y ese personaje del pasado, que sabía lo que era un libro, que era un voraz lector, que tenía por lo general su biblioteca compañera, veía entonces desembarcar las obras que iban a ser entregadas a representantes de 21 colegios de la provincia. Algo inusual, desde cualquier punto de vista, pero la cruzada contra la lacra del último lugar en comprensión de textos estaba por comenzar este 2013.
En el centro de Madrid el periodista y escritor Javier Juárez me dijo que le gustaba Iquitos. Ahora tendría que sumar Requena a sus afectos. Porque desde allí se ha insistido, reiteradamente, en que se continuara con la jornada contra los burros o búsqueda de salir de las tinieblas del último lugar en lectura, hecho que viene repitiéndose con demasiada frecuencia, como una ofensa que no creemos merecer. Es gracias a ello que su libro “A diez días del paraíso”, iba a ser entregado a los que se encargarían de difundir la lectura en el ámbito de sus jurisdicciones.
El colegio María Inmaculada destaca por su preferencia por los espacios amplios, ventilados. Una sensación de libertad, lejos de los lugares clausurados, emana de ese recinto donde se realizará la entrega del libro de Javier Juárez que es una biografía del gallego Alfonso Graña cuyo recuerdo perdura en algunas memorias como un hombre que enlazó el campo y la ciudad luego de tener contacto con los indomables jibaros. El libro es una reconstrucción de algo de la historia de Iquitos y de la región de la década del treinta del siglo pasado y merece ser leído por estudiantes de ambos sexos.
Desde lejos o desde cerca, desde Jenaro Herrera, Sapuena, Flor de Punga, Tamanco, Bretaña, Alto Tapiche y Maquía, maestros y maestras han venido a la ceremonia superando cualquier demora u obstáculo, cualquier distancia o desaliento. La ceremonia es breve. El Director de la Ugel- Requena, Emerson Urquía; la Subgerente de la Región Loreto, Isabel Gutiérrez; el representante de la editora, Percy Vílchez; y el coordinador del proyecto, el poeta y escritor Gerald Rodríguez, hicieron uso de la palabra y coincidieron en lo fundamental de la continuidad del esfuerzo por salir del desastroso último lugar en rubro tan importante para cualquier sociedad de este tiempo.
Mientras van saliendo los libros del autor madrileño, uno se sorprende de ver ese entusiasmo evidente, ese ánimo visible, ese vitalismo admirable, en los que vinieron de otras partes, en el mismo público surtido de alumnos (as) y padres de familia, algo que vimos el año pasado en otro reciento, pero en esta misma ciudad. Y no puedo dejar de pensar en San José de Maquía donde el arribo de los libros cambió algo de la vida de ese lejano lugar, de acuerdo al testimonio del autor del poemario “La tierra con mal”. Y, además, pienso que es posible soñar ahora con algo que hasta hace poco parecía imposible: acabar con la lacra de ese último lugar. Pero también con otra cosa más ambiciosa.
El inmortal William Shakespeare no tenía en casa ni un solo libro. Es decir, carecía de biblioteca con sus obras alineadas en estantes, amenazadas por inquietantes insectos devoradores de papel. Es posible que el Cisne de Avón, que también era un hombre práctico, que sabía hacer su billete, detestara gastar en libros y que era mejor escribirlos. Desde luego, leyó libros pero no los acumuló a lo largo de su vida. Desde ese solo punto de vista, la Amazonía del Perú es shakespereana porque desdeña la biblioteca como parte fundamental de su vivienda. Y, en el fondo, la cruzada para incentivar la lectura en los colegios, es fundar una región distinta, una región con hogares con bibliotecas.
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